Dinosaurios

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lunes, 20 de enero de 2014

Evidente fósil de comportamiento predatorio en el T-rex

La polémica sobre si el Tiranosaurio rex era depredador o carroñero ha sido muy intensa desde su comienzo. Durante años, el debate se ha llevado a cabo utilizando como argumento únicamente la especulación y la lógica para sustentar una teoría o la otra a falta de evidencia fósil. No obstante, luego de casi un siglo, eso cambió. En 1998, el paleontólogo Kenneth Carpenter publicó un artículo en el que resalta la descripción de un fósil de Edmontosaurio en el que enfatiza una marca de mordida en varias espinas neurales de la cola del espécimen. Según Carpenter, estas marcas, no sólo por su forma y tamaño, sino también por el tamaño del ejemplar, sólo pudieron haber sido producidas por un T-rex. Lo más intrigante sin embargo, es que la herida muestra señales de cicatrización, lo que indica que el Tiranosaurio atacó al Edmontosaurio en vida y que éste último sobrevivió al ataque, sugiriendo una relación depredador-presa.

El artículo de Carpenter marcó un antes y un después en la historia del debate, ya que numerosos fósiles de dinosaurios con marcas de mordida de Tiranosaurio se habían encontrado hasta entonces, pero ninguno presentaba muestras de cicatrización y por tanto, no proporcionaban suficientes pruebas para determinar si éste los cazó en vida o si simplemente comenzó a alimentarse de ellos después de muertos.
Una década después de esta publicación (en 2008), el paleontólogo Peter Larson, publicó un libro en el que, junto con Carpenter, menciona el hallazgo de un cuerno y un escamosal de Triceratops, ambos mostrando marcas de mordida de un Tiranosaurio. El cuerno estaba roto, pero curiosamente, había desarrollado una nueva capa de hueso sobre la parte afectada. El escamosal también muestra indicios de cicatrización, lo que sólo sugiere una cosa: este Triceratops también había sobrevivido a un ataque de Tiranosaurio, proveyendo nueva evidencia de comportamiento predatorio en el Tiranosaurio rex.
Hallazgos como estos son, por increíble que parezca, la única evidencia fósil que nos revela un comportamiento predatorio en el famoso T-rex y al mismo tiempo, es de reconocer que son muy raros. Sin embargo, tan recientemente como 2013, Robert DePalma y algunos colegas realizaron un descubrimiento similar y aún más sorprendente. Se trata de un par de vértebras de la cola de un hadrosaurio fusionadas, indicando que en algún momento, mientras el animal estuvo vivo, sufrieron un tipo de infección que produjo un crecimiento deforme de las mismas, pero más curioso es lo que revelaron los rayos X: entre ambos huesos, hay un diente roto de Tiranosaurio incrustado. Esto significa que las vértebras fueron cubiertas por una capa de hueso nuevo y en el proceso, la nueva capa encerró esta parte del diente que se desprendió del atacante. Se trata de una corona dental de 3.75 cm de largo que coincide con la típica forma de los dientes del T-rex, lo que sólo puede significar que este hallazgo es una prueba más de que éste practicaba la caza activa.

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